¿Llegó el fin de la era para las metas?
Hace ya varios años, estaba por iniciar uno de mis tantos cursos sobre planificación. En esta oportunidad era para el equipo de I&D+i de una organización muy importante en Venezuela. Mientras colocaba las libretas y lápices para los participantes -por supuesto esta historia tiene cerca de 10 años-, una de las personas asistentes, comentó a alta voz:
-¡Veamos que nuevas mentiras nos enseñan sobre la planificación!
Durante unos segundos quedé pensando como cuando quieres cruzar una calle y el semáforo está justo por cambiar de color. Opté por cruzar. Así que le pregunté porque le parecía que la haria más mentirosa, conocer los qué y los cómo de la planificación.
-Sólo le daré una de las mentiras de la planificación- respondió, mientras abría la libreta sin mirarme para luego apuntarme con el borrador del lápiz. De esas advertencias serias que hacen los alumnos.
-Las metas. Afirmó sonriendo.
-Seguro, invierte media mañana de clases hablando sobre ellas, pero si me pregunta, creo que llegó el fin de la era para las metas.
No te relataré para evitar tu aburrimiento, la conversación que desarrollamos con el resto de los participantes. Por supuesto, es imposible que en un curso de gerencia no se hable. Ahora bien, 10 años después ha vuelto a llegar esa duda en algunos o quizás muchos. ¿Son útiles las metas o hemos llegado al fin de su era?
Afortunadamente, creo que sirve, el mismo ejemplo que fue parte de mi respuesta a la participante del curso. Imagina que vas a una fiesta de esas que compras algo para estrenar. Al salir de tu casa, escuchas los truenos que avizoran la lluvia -algo que extrañamante ocurre cuando vas a estas escasas fiestas del año-. Aceleras y justo cuando estás estacionando comienza a llover.
Si eres mujer, comienzas a correr con la cartera sobre la cabeza. Si eres hombre, caminas más rápido pero luego corres igual. La entrada luce distante. Hay un pequeño techo. Allí llegas. Junto a otros invitados. Te detienes otro momento. Miras alrededor. Tratando de ubicar algo más próximo. Lo identificas. Se despega la siguiente carrera. Te detienes debajo del árbol mas cercano. Se escucha otro estruendo en el cielo. Corres más rápido.
Sabemos que la meta era llegar a la fiesta con esa prestancia del traje nuevo que afocara a la multitud. Con puntualidad. Caminando en línea recta y en solitario para la fotografía e incluso para la insolente selfie sobre alfombra roja o verde.
¿La meta originaria se cumplió? Por supuesto no es la misma. Incluso así hayas tomado todas las previsiones. Análisis del clima y todo a su alrededor. Las metas no pueden pensarse desde lo ideal y menos aún, deben esperarse alcanzar desde lo ideal. Pero hoy día, llueve y vaya que llueve. Estamos corriendo a la puerta todos. Sabemos que quedarnos estáticos en el carro esperando que deje de llover es una opción pero la música ya se escucha y seguramente ya están comiendo. En algún momento, dejaremos la “comodidad” del carro porque se hará incómodo.
Las metas hoy son más propósitos. Si antes eran flexibles, hoy lo son más. Creo que pensarlas de corto plazo, puede ser en algunas situaciones, muy arriesgado. Me atrevería a decir que el “presente próximo” que llamábamos futuro. Sigo pensando que deben ser mensurables y para ello, es muy conveniente que le demos medición de tiempo pero lo que creo es que ya no podemos ver su alcance como una obligatoriedad porque de no lograrlas, fracasamos en el plan. Eso es absurdo. Me parece una de las maldades que se hacen sobre la planificación. Formular metas es como trazar lo que quieres, pero ¿que es eso de fijarlas como banderines que si no se bajan de lo alto, salimos de la competencia?
Si, ya sabes mi opinión. Las metas no han llegado a su fin. Lo que si ha culminado es la época de las metas paradisíacas.